Escuchaba como sonaban las campanas, observaba lo brillante que podía estar el Sol; ventanas en las cuales está una chavala, peinada y cantando, un río con barcos sin entrar aún a donde desembarcan.
Toda la plaza ya es un concierto altivo de metal amarillo, de rebuznos, de risas, de coplas, de panderetas y almireces… Aquí y allí, mariposas posadas, unos toques negros. Sus ojos brillantes eran 2 breves inmensidades de sentimientos de nobleza. En ocasiones, sin razón, se ponía a dar vueltas vertiginosas entre las azucenas del patio de mármol, que en mayo lo adornan todo, hojas, azules, amarillas de los cristales traspasados del sol de la montera, como los palomos que pinta don Camilo… Otras se subía a los tejados y fomentaba un alboroto piador en los nidos de los aeroplanos…
¿qué Promesa Le Hace Su Amo A Platero Cuando Muera?
Un amable concierto para antes de le cena. Fue tal y como si el sol de la tarde, que se quebraba, al ponerse entre las nubes de agua, en amarillos cristales, le encendiese una aurora tras sus tiznadas lágrimas. Un día, el canario verde, no sé de qué manera ni por qué razón, voló de su jaula. Era un canario viejo, recuerdo triste de una muerta, al que yo no había dado independencia por miedo de que se muriera de hambre o de frío, o de que se lo comieran los gatos. El silencio de don José se oye en el silencio del campo.
Mira de qué manera corren las canales del tejado. Mira de qué manera se limpian las acacias, negras ahora y un tanto doradas todavía; de qué forma torna a navegar por la cuneta el barco de los pequeños, parado ayer entre la yerba. Mira ahora, en este sol instantáneo y débil, qué bello el arco iris que sale de la iglesia y muere, en una vaga irisación, junto a nosotros.
Capítulo Lxxxvi: El Perro Atado
¡ Corto cabeza rubia, velada de negro ! Era como el retrato de la ilusión en el marco fugaz de la ventanilla. Platero; acaso ella se iba – ¿ adónde ?
Contado en capítulos cortos, con situaciones cotidianas plagadas de naturaleza, de verdes campos, de campos nevados, de los animalillos que los recorren, de las costumbres de un pueblo. Y de amor, del amor que se profesan el poeta y Platero, ese amor que los que tienen una mascota pueden comprender. Desde niño, Platero, tuve un horror instintivo al apólogo, como a la iglesia, a la Guardia Civil, a los toreros y al acordeón.
Como el infeliz no podía defenderse ni contestar, yo tomé su partido; y un diluvio blando y azul cruzó el aire puro, en todas y cada una direcciones, como una metralla rápida. Que el narrador dePlatero y yo sea en primera persona nos ofrece a comprender que quien relata el argumento es en realidad la voz poética de Juan Ramón. Así, se rompe la barrera entre narrador, creador y lector, logrando que la historia nos llegue de una forma mucho más personal e intimista.
¿cuál Es El Tema Del Texto Platero Y Yo?
De pronto, brinca un estridente crujido de ramas verdes que empiezan a arder; entonces, el humo apretado, blanco como armiño, y la llama, al fin, que limpia el humo y puebla el aire de puras lenguas momentáneas, que parecen lamerlo. Hace aparición en mi memoria y se borra otra vez. Lo veo, un punto, seco, moreno, ágil, con un resto de hermosura en su sucia fealdad; mas, al querer fijar mejor su imagen, se me escapa todo, como un sueño con la mañana, y ya no sé tampoco si lo que creía era de él… Una tarde de invierno vino a mi casa monsieur Dupont, el de las bodegas de San Juan, su fusta en la mano. Dejó sobre el velador de la salita unos billetes y salió con Lauro hacia el corral.
Los recortes son una forma práctica de recopilar pantallas importantes para volver a ellas más tarde. En este momento puedes ajustar el nombre de un tablero de recortes para guardar tus recortes. Platero y yo es un libro para releer constantemente, conque no aguardes y pídelo mediante este enlace para añadirlo a tu biblioteca. Es una relación de amistad donde la compenetración es total, incluso siendo un humano y un animal. Para Juan Ramón Platero es su cómplice y quien le ayuda a conectar con su yo más profundo. Esto es, no lo ve simplemente como un animal que tiene en su propiedad y al que puede explotar.
Capítulo Lxvii: El Arroyo
En el momento en que, de vuelta del cortijo, fui a conocer a Platero, me lo encontré mustio y lamentable. Vinieron a decir un día mi casa que un perro colérico lo había mordido… Hubo que llevarlo a la bodega del Castillo y atarlo allí al naranjo, fuera de la gente. Cuando se murió mi padre, pasó toda la noche velándolo al lado de la caja. Cuando mi madre se puso mala, se echó a los pies de su cama y allí se pasó un mes sin comer ni tomar…
Es jueves, como sabes, y han venido al campo. Unos días los lleva Lipiani a lo del padre Castellano; otros, al puente de las Angustias; otros, a la Pila. Hoy parece que Lipiani está de humor, y, como ves, los ha traído hasta la Ermita. No sé cuántos días tuve el corazón encogido. Hubo que llamar al médico y me brindaron bromuro y éter y no sé qué más, hasta que el tiempo, que todo lo borra, me lo quitó del pensamiento, como me quitó a Lord y a la niña asimismo, Platero. Como ves, la tabla con su nombre prosigue sobre el pesebre que fue de el, en el que están su silla, su bocado y su cabestro.
Era un hombre que al saberlo todo se dedicaba a criticar entonces al resto de personas. Juan Ramón cuenta que cuando pasaba por una bodega siempre se encontraba con una verja cerrada con llave. En el momento en que se paraba a mirarla, los trabajadores que estaban cerca se burlaban diciéndole que nunca podría abrirla. Sin embargo, a Juan Ramón lo que le agradaba exactamente es que estuviera clausurada, eso es lo que la hacía particular. Una mujer del pueblo tenía la costumbre de disfrazarse de espectro, ocasionando risas entre todos los que la veían. No obstante, una noche de tormenta, ver su figura hace que sientan terror.
Hallé a Platero echado en su cama de paja, blandos los ojos y tristes. Fui a él, lo acaricié hablándole, y quise que se levantara… El pobre se removió todo bruscamente, y dejó una mano arrodillada… Entonces le tendí su mano en el suelo, lo acaricié nuevamente con ternura, y mandé venir a su médico. El viejo Darbón, conque lo hubo visto, sumió la enorme boca desdentada hasta la nuca y meció sobre el pecho la cabeza congestionada, igual que un péndulo.